LOS PUNTOS SOBRE LAS "IES"

           A la puerta de los concesionarios oficiales de la «Compañía de  Insumos y Manufacturas Morguesanas», se han formado largas colas. Nadie quiere quedarse sin su «Perfect-i-dot», que sale hoy a la venta y que promete resolver definitivamente el problema de los puntos sobre las «ies». Con el nuevo posicionador, la anhelada armonía en la  consecución del puntito –circunferencia perfecta, tamaño proporcionado a la longitud del fuste,  levitación a la altura adecuada sobre la vertical exacta del palito…–,  se pone al alcance de todo el mundo. El anuncio del Ministerio de Inanidad y Formalidades Aleatorias (MIFA)  de que en lo sucesivo únicamente se admitirán a trámite en toda la Satrapía de Morguesa,  los documentos que cumplan determinados requisitos formales en relación con los puntos sobre las «íes»,  ha desatado un ansia compradora, como no se conocía desde el lanzamiento comercial del Aglutinador de Conciencias Dispersas del doctor Schultze  (¿recuerdan aquel aparato diabólico que prometía centrar las mentes y las voluntades en un único objetivo y que hubo de ser prohibido porque  propició  la consecución de multitud de crímenes casi perfectos?). 


Una gran encuesta previa puso en evidencia la consideración favorable que la «i»  tiene entre la población. Opciones tales como «Niño con un globo de helio jugando en el parque una soleada mañana de domingo», «Botella de Don Perignon una milésima de segundo después de ser descorchada» o «Subdirector del Royal Bank Of Morguesa alzando su sombrero hongo al paso de una acaudalada dama», todas ellas con connotaciones positivas,  fueron las mayoritariamente seleccionadas de entre las metáforas que para la «i» minúscula fueron sugeridas en la encuesta (tan solo entre la población reclusa condenada por delitos de sangre y/o sexuales a penas superiores a los veinte años,  triunfaron opciones  como «Bomba de napalm a punto de impactar sobre la torrecita del orfanato» o «Inquilino alopécico ejecutado en la horca por la violación de su casera»).
 Pero siendo cierto que esa letra suscita las simpatías de la  gente en mayor medida que cualquier otra del alfabeto, hay que reconocer que su carácter jovial y alegre se lo debe, sobre todo, a su motita flotante. Sin ella perdería toda su capacidad de seducción y se convertiría en una especie de «ele» pigmea,  sin la elegancia y el garbo de la esbelta consonante. El puntito es el capitel ingrávido que confiere al humilde fuste ese encanto especial que hace de la «i» la alegría del alfabeto. Me dirán que la jota también viste sombrerito. Sí, pero no es lo mismo: la jota irrita la garganta y uno tiende a expulsarla de sí como un gargajo o una pielecilla de uva agarrada al velo del paladar.
«Entonces —se preguntaron los desarrolladores del prototipo—, si tan importante es el sombrerito,  ¿por qué ese descuido generalizado en su ejecución? ¿Es que la gente no percibe que ese desinterés está privando a tan simpática letra de todo su donaire, cuando no convirtiéndola en un adefesio ridículo?»
Por eso el «Perfect-i-dot» era tan necesario.


 Según el manual de instrucciones, el manejo del posicionador promete ser muy sencillo: el usuario, que habrá omitido en su texto los puntitos sobre las «íes»,  deberá marcar con el «P-i-marker» (un rotulador especial suministrado con el kit básico) cada una de las bases verticales sobre las que el aparato deberá colocar el puntito, evitando así  que la máquina pueda interpretar como una «i» lo que no sea sino una «ele» mal ejecutada o el trazo vertical de cualquier otra letra.  Una vez hecho esto, se introduce el documento en la bandeja de admisión y tras un lapso de tiempo variable —entre treinta y sesenta minutos por página, dependiendo de la densidad del texto, espacios interlineales, número de «ies», etc…— el «Perfect-i-dot»  le devolverá el texto con los puntos debidamente posicionados. Los errores que se produzcan en un primer tratamiento, pueden corregirse reescribiendo el texto con mejor letra, o bien mediante la colocación sobre el puntito mal configurado,  de un microemisor (suministrado aparte)  que envía  una señal codificada a un satélite  GPS que, a su vez,  devolverá al Perfect-i-dot la señal con la ubicación exacta del error, para que este, tras la reintroducción del documento, efectúe las pertinentes enmiendas. Siendo que los microemisores admiten un único uso (y no son precisamente baratos), la Compañía ha implementado un sistema de corrección alternativo que, aunque requiere de conocimientos básicos de trigonometría y cálculo logarítmico, permite la corrección gratuita de los errores, proporcionando al aparato las coordenadas altacimutales de los puntos incorrectos o defectuosos.
Después, solo queda eliminar las marcas del rotulador mediante el «P-i-eraser» (también suministrado con el kit básico).
Si, a pesar de todo,  los errores persisten, el servicio técnico oficial puede resolver sus problemas por unos precios bastante razonables.
 Como verán, está todo previsto.


El producto se comercializa en dos versiones: la estándar, que proporciona unos puntos compactos sobrios y elegantes; y la “de luxe”, en la que, además,  los puntos, observados con lentes de aumento (1:5 o superior),  contienen caritas risueñas, tristes, de asco, enamoradas, etc… dependiendo del efecto subliminal que se pretenda inocular en la mente del destinatario del documento.
            Finalmente, destacar que, como oferta de lanzamiento,  la propietaria de la patente, la Compañía de Monopolios Pardalísticos de Morguesa ,   regala con las diez mil primeras unidades, sendos chupachups —golosina que supone un simpático guiño a letra de la que se trata—. Apresúrense.








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