La evangelización del Cosmos (II). Propergoles

El enorme bochorno que para el régimen franquista supuso la estafa que Albert von Filek casi llegó a perpetrar con el disparatado invento de la gasolina sintética, todavía quemaba como un ascua en las reuniones del consejo de ministros de la España de la posguerra. La llamada Fábrica de Carburante Nacional ya no era sino un vapor quimérico disgregado por la realidad. Otros proyectos más sólidos estaban en marcha. Los trabajos para la construcción de la refinería de Escombreras se iniciaron en 1942 por una empresa del Instituto Nacional de Industria: ENCASO (Empresa Nacional Calvo Sotelo). Esta mercantil había creado paralelamente un departamento de  investigación avanzada al que se denominó "El Remanso" y que en todo permanecía opaco a los fines empresariales y desde luego al conocimiento del gobierno que ya estaba muy escocido en lo tocante a la ciencia.

"El Remanso" al parecer -porque no está del todo clara su ubicación- era un chalé señorial si bien de modestas dimensiones que algunos historiadores sitúan en las inmediaciones del balneario de Carabaña en Madrid. Pero lo más relevante no es eso sino cómo era posible en un régimen político totalitario escapar al control institucional y pasar inadvertido física y presupuestariamente. La respuesta ya puede imaginarse.

La actividad de "El Remanso" era la investigación científica para el hallazgo de algún carburante alternativo a la gasolina. ¿Otra vez la sombra de Filek? No, se trataba de recoger y ampliar lo que el Programa Nacional de Destilación de Pizarras Bituminosas (coloquialmente llamado "Pizarras") dejó inconcluso y algo más. La idea se atribuye a Juan Antonio Suances Fernández pero resulta interesante cómo llegó a cuajar y cuáles fueron sus logros.

Tras el chasco de la Fábrica de Carburante Nacional nadie quería arriesgarse con más frivolidades pero el generalísimo, que en el fondo de su mente todavía creía que con vino rancio y algodón de pólvora, por ejemplo, se podía hacer gasolina, seguía receptivo a cualquier dislate siempre que llegase por un cauce solvente y fiable y el reverendo Guglielmo Paoleti, un anciano sacerdote calabrés que por su contumaz sordera resolvía las confesiones con una rapidez muy confortable, era la clave para que el caudillo (secretamente, claro) volviese a la senda del desatino.

Una vez inoculada la especie durante un chocolate con picatostes que se dio en El Pardo para celebrar que el Vaticano acreditaba el primer milagro del beato ferrolano Antonio López Couceiro, dominico fusilado en Calanda en 1936, Suances contactó con Benito Siebert, químico y fabricante de bolas de alcanfor contra las polillas, y juntos se lanzaron a la busca de los llamados 'propergoles': un combustible barato y con mayor poder energético que el mismo queroseno según todos los cálculos de Siebert.

Las prospecciones petrolíferas de la Guinea Española y los proyectos de refino de crudo estaban en marcha pero también, "El Remanso".

Los propergoles (palabra cuya invención se atribuye a Siebert) eran, más que la soñada garantía para la autarquía energética, el impulso de la propulsión a chorro nacional (PROCHONA) que situaría a España en el sitial más relevante de la tecnología de una Europa en reconstrucción o, al menos, con ese cuento durmiose doña Carmen cuando el gran estadista se lo susurró ya de anochecida tras el santo rosario.

Suances empezó a recibir financiación para "El Remanso" y enseguida puso a Benito Siebert al frente del mismo aunque lo convenció para que un científico de reconocido prestigio armase el equipo investigador. Gracias a doña Asunción García, esposa de Álvaro de Ansorena, ingeniero agrónomo y director de la Estación Experimental Arrocera de Sueca, accedió éste a supervisar la composición del equipo que en abril de 1946 echó a andar. Ansorena se retiró discretamente del proyecto pero recibía periódicamente información sobre los avances que muy pronto se sucedieron como la obtención de una brea sintética maleable a baja temperatura que no solo era un buen impermeabilizante sino que, debídamente mezclada con manteca de gomerul, sustituía al caucho de los neumáticos. Se patentó el hallazgo y el presupuesto de"El Remanso" se duplicó.

 Durante los años siguientes se obtuvieron varios tipos de pintura muy resistente para navíos y un pienso compuesto que, por desgracia, fue muy dañino para la cabaña porcina pero los propergoles no cuajaban. Las pruebas con motores dieron muy malos resultados y la investigación se empantanó. Diez años después del inicio de la actividad de "El Remanso", lo más cerca que estuvieron de un combustible barato y muy energético fue con la obtención de una bola de naftalina súper duradera. El 27 de mayo de 1959, un motorista entregó a Juan Antonio Suances una nota manuscrita de la que no se conserva copia pero que, según ciertos testigos, decía lo siguiente: "Eso no va".

La plantilla de "El Remanso" se redujo a la mitad y la liquidez, mucho más. Siebert, con la excusa de viajar a Munich para pedir consejo a Werner Heisenberg, se fugó con cerca de tres millones de pesetas y la documentación más jugosa. Suances quedó a los pies de los caballos y su relación con Franco, rota en 1963. Ahí quedó la muy avanzada investigación de los quiméricos propergoles que, en realidad, estaba muy próxima a los primeros resultados exitosos a juzgar por la trayectoria posterior de Benito Siebert.

No hay mucha documentación y el chalé ya no existe, solo una libreta de notas de Baltasar Trijuenque, un matemático que al parecer trabajó en "El Remanso", han permitido esta breve reconstrucción.

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