LAS VACACIONES DEL PENSADOR


LAS VACACIONES DEL PENSADOR


                Que la batalla por el territorio en primera línea de playa no agote tus fuerzas; que el vermut en el club social no nuble tu entendimiento; que el pastoreo de los tiranuelos en las camas elásticas que algún desaprensivo ha instalado este año en el paseo marítimo (mal rayo parta al empresario y al concejal autorizante) no hipnotice tu criterio con el ñic-ñic y el subibaja de los cuerpos rebotando en la lona flexible. La inclinación a la amnesia, la estulticia y la vida muelle consustancial a las vacaciones estivales no puede llevar al intelectual comprometido a abdicar de su deber iluminador. ¿Acaso la realidad se va de veraneo? ¿Es que la respuesta a las grandes cuestiones del ser humano esperará a que volvamos del chalet de los suegros en la sierra o del apartamento en la Manga del Mar Menor? 
                Ni hablar, precisamente durante esa época van a suceder, nadie dude, acontecimientos que condicionarán el devenir de forma significativa. Desde el frescor  de sus despachos climatizados, pertrechados de sus iphones y sus chequeras, los operadores del Mundo modelarán  la realidad en nuestra ausencia, negociarán con las ilusiones y sentimientos del pueblo, comprarán, venderán,  regalarán peones, alfiles, caballos —¡cuidado con los  de Troya!—,  enrocarán piezas y urdirán estrategias mientras el enemigo infame —siempre poderoso, nunca de fiar—  velará armas con aviesas intenciones. Es nuestra obligación natural y moral, como guardianes de las esencias  e intérpretes de lo contingente,   dar de todo ello cuenta a la ciudadanía, aplaudir lo plausible, denunciar lo denunciable.
 Pero, además de pegar el ojo a la cerradura de sus oficinas para fiscalizar esas maniobras,  nuestro compromiso moral como candiles en las tinieblas incluye otro deber del que los auténticos intelectuales no podemos vacacionar: el análisis frío y desapasionado de la Historia. El examen de lo acontecido, con la perspectiva que permite la distancia, nos dará pautas de conducta para evitar fracasos pretéritos y reproducir los éxitos que la sociedad demanda. Claro que la aplicación automática de fórmulas que funcionaron en otro tiempo, más que el éxito garantiza el desastre, la frustración colectiva. Por eso la figura del estudioso, del pensador, del analista riguroso que no se limita a mirar atrás sino que, con fundamento en el pasado adapta su reflexión a las circunstancias presentes mientras atisba el futuro desde la atalaya privilegiada de su sapiencia, es tan importante. 
Aprovechemos pues la relajación del verano, esa tregua —más aparente que real— que imponen las temperaturas caniculares y,   mutatis mutandis  —túnica helénica por meyba de poliester, que el hábito no hace al monje ni el bañador a  Michael Phelps—, sin caer en la tentación del desdén al que naturalmente nos inclina nuestra innegable superioridad intelectual sobre el populacho,  procedamos al modo socrático y, como camino hacia la verdad,  hagámonos las grandes preguntas que afligen al hombre de hoy: ¿Posee el Real Morguesa la mejor delantera del mundo tras la marcha de Cristiano Lionelio Maradón? ¿Es Wilson Sonofabitch el cauterizador que el equipo requiere para taponar  la herida sangrante del centro de la defensa?  ¿Cuáles son las posibilidades reales del Borduria Fútbol Club en la  próxima Liga Nacional? ¿Es viable el 4-4-2 en el balompié moderno, o los tiempos demandan un 1-1-8 con eventual inversión cuántica de los extremos? ¿Es Brunildo Cipolle el mejor cancerbero del mundo o tan solo el más atractivo? Y sobre todo,  sobre todo, amigos tertulianos, con la mano en el corazón: ¿Fue penalti?, ¿de verdad aquello fue penalti?


Comentaris

  1. El Sr Morasio siempre tan cáustico, certero y, si me lo permiten, hasta melancólico. (A mi, sin duda, la túnica helénica me favorece más que el meyba)

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