ASÍ HABLÓ ZARRAPASTRO




Me llamo Zarrapastro.

Como podrán comprobar por  mi elongación craneal, soy un  transhombre, es decir que ya he cruzado el abismo y dejado atrás esas actividades redundantes a las que usted,  hombre corriente,  dedica su tiempo. Pero como me aburro un poco,  me gusta  mirarles allá abajo  trajinando con sus cosas, enzarzados en sus guerras y en sus cochinadas o  ramoneando hierbecillas  entre los áridos riscos para sobrevivir cada día. Pobres, es conmovedora esa lucha diaria por sacar la cabecita del lodo para respirar. A mí me distrae mucho contemplarles  e incluso, por qué no decirlo, en algunos momentos hasta he sentido un puntito de envidia.

Pero aunque les cueste creerlo dada mi condición superior, ahora mismo me siento inquieto, molesto a decir verdad.  ¿Por qué?, se preguntarán. Pues  verán, la imperfección puede ser aceptable para ustedes que viven en ella, pero no para mí. No puedo soportar el desorden, el error, la incongruencia, una mesa coja, un armario a medio cerrar, la cisterna goteante de un inodoro.  Y qué decir de un cuadro torcido en una pared, como este aquí a mi espalda. Me saca de quicio.  He intentado equilibrarlo telequinésicamente,  pero no hay manera, ofrece demasiada  resistencia. Esto es un desafío en toda regla. Podría sujetarlo con dos alcayatas laterales en lugar de una única central y asunto concluido, pero eso sería primitivo, una claudicación indigna.

Estoy abatido,¿acaso esta situación no resulta humillante?  Necesito encontrar la solución.

 Si, ya sé lo que ustedes  están pensando,  pero hagan el favor de no mentarme al puto mono, no pienso siquiera mirarle. Por ahí no paso.

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